jueves, 31 de diciembre de 2015

TRES PALABRAS

    En estos últimos momentos del año que hoy termina, heme aquí, Señor en el silencio y en recogimiento ante tu presencia.
    Para decirte GRACIAS
    Para solicitarte AYUDA
    Para implorar PERDÓN

    Enséñame, Señor, a ser dulce y delicado en todos los acontecimientos de la vida; en los desagrados, en la inconsideración de otros, en la insinceridad de aquellos en quienes confiaba, en la falta de fidelidad de aquellos en quienes yo descansaba.
    Déjame que yo me ponga a un lado para pensar en la felicidad de los otros; que oculte mis penas y mis angustias. Para que así sea yo el único en sufrir sus efectos.
    Enséñame a aprovecharme del sufrimiento que se me presente en el camino; déjame que lo use de tal manera que sirva para suavizarme, no para endurecerme ni amargarme, de modo que me haga paciente, no irritable; generoso en el perdón, no mezquino, altivo e insufrible.
    Que nunca alguien sea menos bueno por haber percibido mi influencia. Que nadie sea menos puro, menos veraz, menos bondadoso, menos digno por haber sido mi compañero de camino en nuestra jornada hacia la Vida Eterna.

    En tanto que voy dando vuelta de una obligación a otra, déjame susurrar una palabra de amor por Tí. Que yo viva mi vida en lo sobrenatural, llena de energía para el bien y vigorosa en mi empeño de superación espiritual.

¡GRACIAS!
    ...Señor, por la paz, por la alegría; por la unión que los hombres, mis hermanos, me han brindado; por esos ojos que, con ternura y comprensión me miraron.
    Por esa mano oportuna que me levantó, por esos labios cuyas palabras y sonrisa me alentaron, por esos oídos que me escucharon, por esos corazones que amistad, cariño y amor me brindaron.

    ¡Gracias! Señor, también, por el éxito que me estimuló, por la salud que me sostuvo, por la comodidad y diversión que me descansaron.

    ¡Gracias! Señor, ...me cuesta trabajo decírtelo: Por la enfermedad, por el fracaso, por la desilusión, por el insulto, por el engaño, por la injusticia; por la soledad, por el fallecimiento del ser querido; Tú lo sabes, Señor, cuán difícil fue aceptarlo; quizá estuve al punto de la desesperación... pero, ahora, me doy cuenta que todo esto me acercó más a Tí. ¡Tu sabes lo que has hecho!

    ¡Gracias! Señor, sobre todo, por la Fe que me has dado en Tí ...y en los hombres. Por esa fe que se tambaleó pero que Tú nunca dejaste de fortalecer cuando tantas veces, encorvado bajo el peso del desánimo, me hizo caminar en el sendero de la verdad, a pesar de la oscuridad.

¡AYUDA!
    ...Te he venido también a implorar para el año que muy pronto va a comenzar. Lo que el futuro me depara, lo desconozco, Señor. Vivir en la incertidumbre, en la duda, no me gusta; me molesta, me hace sufrir.
    Pero sé que Tú siempre me ayudarás. Yo, te puedo dar la espalda -soy libre- Tú, nunca me la darás: Eres Fiel.
    Yo sé que contaré con tu ayuda; Tú sabes que no siempre cooperaré; yo sé que Tú me tenderás la mano, Tú, sabes que no siempre la tomaré.
    Por eso, hoy te pido que me ayudes a ayudarme; que llenes mi vida de esperanza y generosidad. No abandones, Señor, la obra de tus manos.

¡PERDÓN!
    No podría retirarme sin pronunciar esa palabra que tantas veces te debería haber dicho, pero que por negligencia y orgullo he callado.

    Perdón, Señor, por mis negligencias, descuidos y olvidos; por mi orgullo y vanidad, por mi necedad y capricho, por mi silencio y excesiva locuacidad.

    Perdón, Señor, por prejuzgar a mis hermanos, por mi falta de alegría y entusiasmo, por mi falta de fe y de confianza en Ti; por mi cobardía y mi temor en el compromiso.
    Perdón, porque Tú me has perdonado y yo, no he sabido perdonar. Perdón por mi hipocresía y doblez, por esa apariencia que con tanto esmero cuido, pero sé que en el fondo no es más que engaño a mí mismo.
    Perdón, por esos labios que no sonrieron, por esa palabra que callé, por esa mano que no tendí, por esa mirada que desvié, por esos oídos que no presté, por esa verdad que omití, por este corazón que no amó ...Por ese yo, que preferí.

Señor, no te he dicho todo.
Llena con tu amor mi silencio y cobardía.

GRACIAS
por todos los que no te dan gracias.

AYUDA
a todos los que no te imploran ayuda.

PERDÓN
por todos los que no te piden perdón.

Tú, Señor, me has escuchado... Ahora,
¡Háblame Tú en lo profundo de mi entendimiento!
Llegue la suave voz de tu Palabra hasta mi alma.
Que ella sea el primer momento de mi ser en este año que comienza.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

La Navidad - P. Javier Leoz




Se descifra con una palabra: el amor.

Se entiende con un objetivo: la paz.

Se vive con una dimensión: la fe.

Se pregona con un instrumento: la voz.

Se vive en un lugar: en el alma.

Se transmite de una manera: con la alegría.

Se refleja en un rostro: María.

Se contempla en una persona: Jesús.

Tiene su origen en Alguien: Dios.

Tiene su fin en alguien: el hombre.

Tiene como discreción una persona: San José.

Tiene como pureza una mujer: María.

La Navidad.
No se palpa, si hay egoísmo.

No se siente, si hay incredulidad.

No se canta, si hay demasiado ruido.

Pasa de largo, si no se le hace sitio.

Es indiferente, si no se sintoniza con el amor.

Es plomiza, si se reduce al puro sentimentalismo.

Es grande, si el hombre se hace pequeño.

Es divina, si el hombre aprende a ser hombre.

Es salvación, si las personas quieren cambiar.

La Navidad es Navidad, si el hombre apuesta
por el camino de una nueva humanidad.

P. Javier Leoz

martes, 29 de diciembre de 2015

¡Feliz Navidad en esta noche santa! - P. Javier Leoz

Feliz Navidad a todos los que hemos escuchado
la buena noticia de Dios-con-nosotros.
¡Un niño se nos ha dado!. Un signo de lo alto…
En esta noche santa, un luz nos brilla en medio de la oscuridad.
¡Dios ha tomado partido por el hombre!
¡Dios ha estado grande con nosotros y nos no ha abandonado
a nuestra suerte!.

¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad a todos los que hemos
visto salir su estrella en medio de tantas luces de colores
y hemos ido tras ella!

¡Feliz Navidad a los que no nos hemos dejado embaucar por el
consumismo salvaje y la felicidad envuelta en papel de celofán!

¡Feliz Navidad a los que apuestan por un futuro más pleno,
por un mañana mejor!

¡Feliz Navidad a cuantos anhelan un mundo nuevo
y se empeñan en hacerlo realidad!.

¡Feliz Navidad a todos los que creen en el hombre con mayúsculas
y hacen de su vida un canto de entrega a los demás!.

¡Feliz Navidad a los que, como Dios, se solidarizan con los hombres…         
sin especular con tanto por ciento de su producto interior bruto!.

¡Feliz Navidad a ti, que en medio del dolor has encontrado
la mano cálida del Dios-con-nosotros!.

¡Feliz Navidad a ti, que vives desde lo positivo, desde el optimismo,
desde la esperanza contagiosa!.

¡Feliz Navidad a ti, que crees en la utopía y vives la vida
como una buena noticia para los demás!.

¡Feliz Navidad a ti, si no te conformas con arrastrar la vida
y eres protagonista de tus días!.

¡Feliz Navidad a los que buscan con sinceridad el sentido
de sus vidas, tantas veces negado por los días maltratados!.

¡Feliz Navidad a todos los que se encuentran solos
y necesitan una mano amiga!

¡Feliz Navidad a los que sufren el dolor y la enfermedad,
a los que viven en medio de bombas, muerte y destrucción!.

¡Feliz Navidad a los encarcelados, a los hijos de la calle,
a los últimos, a los que a nadie importan!
¡Vuestro es el futuro que Dios está gestando en nuestra historia!

¡Feliz Navidad a todos los hermanos, creyentes en Jesús de Nazareth,         
empeñados en seguir las huellas del Maestro desde la coherencia,
la autenticidad, la entrega sin reservas!.

¡Feliz Navidad en esta noche santa!

P. Javier Leoz

lunes, 28 de diciembre de 2015

La Navidad - Zenaida Bacardí de Argamasilla



La Navidad será siempre
un día de esperanza, de misterio y de fe.

Cada cual tendrá su gruta,
la que ha ido cavando en el fondo de su corazón,
y necesita reformar, limpiar e iluminar todos los años.

Cada cual, su regalo: el íntimo, el personal,
el silencioso, el de las heridas cerradas y rencores olvidados.          

Cada cual, su lámpara para calentarnos en Dios...
y su aceite para ir curando, suavizando y derritiendo ternura
entre los muchos que lloran en la Navidad.

La noche de Navidad debiera ser más
para compartir con los pobres y con la familia
que para ostentar con los ricos;
más para prodigarnos con nuestros semejantes
que para meternos en el vértigo de las calles y las fiestas;
más para que Dios nos acompañe que para entrar
en ese mundo ajeno y extraño donde se aumenta
la nostalgia, se entristecen los recuerdos
y muchas veces nos sentimos tan solos.

¿Dónde y cuándo
vas a dar a Cristo el apretón de manos
y la entrega del corazón en esta Navidad?

No olvidemos que es día de llenarnos de Dios.
De sacar cuentas.
De estrecharnos las manos.
De abrir las alforjas.
De mirarnos tal cual somos.
De recordar a los que faltan.
Y pedir perdón.
¡Esa es la Navidad!

Zenaida Bacardí de Argamasilla

domingo, 27 de diciembre de 2015

En medio de la noche - P. Javier Leoz

En medio de la noche, escuchando
el gemir del mundo sales a nuestro encuentro,
oh Dios, sin más anuncio ni cortejo
que el silencio de la noche estrellada.

Naces, para que renazca nuestra vida
y nuestros ojos, distraídos por las luces,
se fijen en el “Lucero Divino” de un pesebre.

Déjame, Señor, en la oscuridad de esta noche
ser ángel pregonero de tu misterio:
que el hombre se entere, de una vez
para siempre, que vienes a divinizarle,
a infundirle calor, frente al frío del mundo.

Déjame, Señor, ser fuego alrededor de tu cuna
para que, el mundo también comprenda,
que cuanto más lejos estamos de ti,
más riesgo corre el corazón del hombre
de quedarse sin amor y romperse para siempre.

Déjame, Señor, ser estrella de tu Nacimiento
y, reyes y plebeyos, ricos y pobres,
puedan escuchar que, algo nuevo, ha acontecido.

Déjame, Señor, ser cuna de tu frágil cuerpo
y, el mensaje de paz que tu rostro irradia,
pueda yo acogerlo y llevarlo
hasta los confines y rincones más oscuros.
En medio de la noche, Señor, naces,
silencioso pero lleno de amor, humilde,
pero envuelto en la grandeza de Dios,
pequeño, pero inalcanzable en su esplendor.

En medio de la noche naces, Señor
apareces sin imponerte a nadie.
Sólo el amor habla.
Sólo el amor aguarda.
Sólo el amor canta.
Sólo el amor nace.
Sólo el amor… de Dios en Belén.
¡Gracias, Jesús!

P. Javier Leoz

sábado, 26 de diciembre de 2015

Navidad, fiesta de la esperanza - Padre Mariano de Blas, L.C.



Los que más disfrutan de la Navidad son los niños
y los que tienen un alma de niño.

Hay que ser como niño para poder llevar
ante el pequeño Jesús todos los pecados,
preocupaciones, tristezas, todos los desalientos,
as caídas y desesperanzas y para no tener
pena de acercarse a ese Redentor.
Un enfermo no tiene miedo de ir al médico
puesto que sabe que lo va a intentar curar.
El que sufre una enfermedad del alma va en busca
de Cristo Redentor, ¿quién tiene miedo de ese
Salvador que tiene cara de niño?

Y se necesita ser niño para decirle:
“Te necesito. Vengo cansado de ir
por tantos caminos de la vida.
No he encontrado la verdadera paz lejos de Ti.
Por eso, me pongo en fila donde está Zaqueo
y María Magdalena, el buen ladrón y tantos otros
pecadores que van con la mano abierta para pedir
esa felicidad y esa paz que no han encontrado”.
Y pedir con fe, para saber que se va recibir esa gracia.

Ser como niño para pedir con la fuerza
de la necesidad cuando de veras se siente.
Un pobre que pide limosna no necesita inventar
un discurso para decir que tiene hambre.
Nosotros no necesitamos inventarlo para decirle a Dios 
que tenemos hambre y sed de una verdadera felicidad.

Se necesita ser niño para estar seguros
que ese Redentor puede curar todos nuestros males.
Puede convertir mi tristeza en alegría porque
es todopoderoso; mi enfermedad en salud,
mi desesperanza en confianza, mis tinieblas en luz.

Cristo ha sido para millones de seres humanos,
el camino, la verdad y la vida. También puede ser
eso mismo para mí, para ti en esta Navidad.

Para todos los pecados, infidelidades y debilidades,
hay perdón. Para todas las dudas, problemas,
dificultades, los “no puedo”, hay respuesta y ayuda.
Para todas las ilusiones muertas hay probabilidades
de una resurrección.

Para ti, para mí, hay solución. Tú tienes solución,
si te acercas a ese Niño con fe y le dices
con los labios, con el corazón y la mente:
“¡Señor, si quieres, puedes curarme!”

Brindo por ese Dios que no nos trae propaganda,
palabras o promesas vacías, por ese Redentor
que sabe la grave enfermedad del hombre
y que se arriesga a venir, que se contagia
de la enfermedad y así nos cura.

Brindo también por ese Dios que sigue esperando
que el hombre le vuelva a decir en esta Navidad:
“te sigo amando.” Ese Dios, ese Redentor,
ese Niño de Belén es tuyo.

Si alguna vez de niño, joven o de adulto viviste
una Navidad auténticamente feliz, en paz con Dios,
contigo mismo y con los demás, esta Navidad
puede ser igual, puede incluso ser mejor todavía.

Deseo a cada uno, una verdadera Navidad ,que es
aquella en la que Dios es aceptado dentro de casa.

Dios es un niño que ríe contigo.
Dios es un niño que llora, que llora por ti.
Dios es un niño que ama,
que te ama con corazón de niño
y con la fuerza de un Dios.

Padre Mariano de Blas, L.C.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Feliz Navidad 2015


Que la Navidad no sea solo una cena, una noche, una reunión o un momento de alegría. Que en sus corazones sigan siendo los pesebres donde nazca Jesús todos los días de su vida y en cada momento, sean desde donde se revele al mundo a través de sus buenas obras y su amor para con los demás
¡ Muchas felicidades !

jueves, 24 de diciembre de 2015

Mensaje de Navidad de Don Rogelio Cabrera López

EN NAVIDAD
CONTEMPLAMOS EL ROSTRO MISERICORDIOSO DE DIOS
 
La infinita misericordia de Dios se manifiesta en cada momento de nuestra vida. Él, como buen Padre, no deja de asistir a sus hijos y, para quienes vivimos la fe, no deja de sorprendernos su infinita generosidad, ya que al enviarnos a su Hijo único, el Primogénito de toda creación (Cfr. Col 1, 15), nos ha entregado la vida eterna que, gracias a su oblación, podremos gozar plenamente.

El apóstol san Juan lo declara en el Evangelio: Dios, por amor al mundo, dio a su propio Hijo, y con él todas las cosas (cfr. Jn 3,16). Al dársenos en la Encarnación, nos ha dado toda la riqueza divina a la que nosotros tenemos acceso por su infinita misericordia.

Y la mejor forma de corresponder a ese amor divino es haciendo vida su palabra, convirtiéndonos en misioneros de su misericordia, que es, como lo ha dicho el Papa Francisco: “la verdadera medicina para el ser humano y de la que todos tenemos necesidad”. Es por esto que debemos ser auténticos testigos que compartamos con los más necesitados la vida nueva a la que todos estamos llamados.

Este tiempo de Navidad, es la ocasión ideal para abrazar en la misericordia a esos hermanos que están solos, que no han encontrado un corazón abierto que les permita sentir el calor, la acogida sencilla, como la que los pastores le prodigaron a Jesús, María y José en la gruta de Belén.

Es tiempo que los cristianos nos ocupemos de lo que es importante. Si Dios mismo se ha hecho hombre, decidiendo caminar con nosotros y compartir en todo nuestra vida, menos en el pecado (Cfr. Hb 4,15), qué estamos esperando para escucharlo en aquellos que están alejados y que nos gritan con su presencia la necesidad que tienen de ser amados.

No dejemos que la celebración de la Navidad sea solo un momento de reunión festiva, hagamos de esta Navidad el momento en el que la donación de nuestro corazón se refleje en la vivencia de las obras de misericordia, las cuales serán el eslabón perfecto que nos harán unir nuestra fe en Cristo con la vivencia de su palabra.

Seamos misericordiosos, como nuestro Padre celestial es misericordioso (Lc 6,36) y que su gracia, amor y bendición descienda sobre todas las familias de nuestra Arquidiócesis, sobre las autoridades civiles y sobre todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Felices fiestas de Navidad.
 

+ Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey

miércoles, 23 de diciembre de 2015

No raciones el amor - Mensaje Espiritual



Nos sentimos mal cuando una prolongada
sequía exige racionar el agua.

Hay un racionamiento peor: racionar el Amor.

Se hace el mal cuando se deja de hacer el bien:
el amor que no se da, el diálogo que se evita,
las caricias que se niegan, el estímulo no brindado,
los bienes no compartidos.

No raciones el cariño, no seas avaro con el afecto.
El amor es un tesoro que crece cuando se ofrece.

Una feliz paradoja: más amor tienes cuanto más
amor brindas; siempre recibes más de lo que das.

Es lógico que se ahorre agua cuando escasea,
pero es absurdo que amemos a cuenta gotas
cuando la capacidad es ilimitada.

Una misión te reclama y espera lo mejor de ti:
calmar la sed de ternura y comprensión de tantos
desconocidos que pueden ser tus amigos.

Anímate a compartir y no seas de aquellos
que se mueren sin estrenar tantos talentos recibidos.

Sé generoso en el perdón, dadivoso en el afecto,
desinteresado en el servicio.
No es pecado despilfarrar el amor,

lo malo es racionarlo.

martes, 22 de diciembre de 2015

¡Tengo tanto miedo, Señor! - P. Javier Leoz



De invertir tiempo, ideas y sudor,
esfuerzo e ilusión, y como respuesta
encontrar sólo el vacío o la incomprensión.
¿Por qué me has dado tanto, Jesús?
Con menos talentos divinos,
se vive la vida más fácilmente y mejor.
Con más comodidad y sin tantos riesgos.

De no estar a la altura que Tú me marcas,
de no dar la talla en el campo de batalla:
en la familia, o en el trabajo,
en la enfermedad o en la salud,
en la palabra o en la obra.

De gastar por el camino lo que Tú me has dado,
aquello que pienso que es mío y no tuyo.
De quemarme por brindarme y ofrecerme,
o cansarme de sembrar sin recoger nada a cambio.

De que regreses y, tu fortuna, la encuentres mal empleada:
por mi falta de valentía o audacia,
por mi cobardía o desinterés,
por mi timidez o mi falta de seguridad.

De no invertir mi vida como, Tú en la cruz, lo hiciste:
con silencio, grandeza y dolor,
con perdón, humildad y sacrificio,
con fe, esperanza o misericordia.

De mirarme a mí mismo,
y viendo lo mucho que me has dado,
creer que no merece la pena arriesgarlo todo:
por Dios y por el hombre,
por la Iglesia y por el mundo,
por mis hermanos y por mí mismo.

Que vengas… y me pilles con el pie cambiado,
lejos de tus caminos y, con mis talentos,
sin  haberlos utilizado a fondo.
          P. Javier Leoz

lunes, 21 de diciembre de 2015

Mirar hacia arriba - Mensaje Espiritual

Levanta la vista y con la mirada puesta en Dios,
haz el bien, que es camino de la felicidad eterna.

Iba un pequeño barco pesquero saliendo de la orilla
del mar y ¡vaya el movimiento que se siente
en la pequeña embarcación a merced de las olas!
Se necesita ser muy del mar para no sentir el mareo
y las ganas de bajarse y echar a nadar.
La barquilla se movía graciosamente al ritmo de las olas,
pero los marineros sufrían las consecuencias de aquel vaivén...
Uno de ellos recibió órdenes de subir a un mástil,
y a medida que subía se sentía cada vez peor ...
Entonces el capitán de aquel barco le gritó:
¡Si no quieres sentirte mal, mira hacia arriba...!

Que bien nos viene esta pequeña anécdota
a todos los seres humanos:
Si no queremos marearnos con las cosas atractivas
de éste mundo, debemos mirar hacia arriba,
implorar al cielo que nos llene de deseos espirituales,
que veamos claro que en la vida no sólo se vive
para comprar cosas y satisfacernos en todo,
para así estar contentos y felices; muy por el contrario,
las cosas que llenan plenamente la vida no se pueden comprar...
porque realmente no tienen precio.

Que bien nos haría en nuestra vida
Mirar hacia arriba y pedirle a Dios:

Humildad para aceptar nuestra vida como es y conformarnos
con lo que tenemos y con lo que somos, sin desear tener mucho...

Que nos llene el alma de amor para poder vivir una vida digna,
para poder darle momentos bellos a los demás...

Que nos ayude para ser mejores, sencillos de corazón
y vivir con una auténtica alegría

Que nos enseñe a dar amor y a darnos nosotros mismos,
a los demás con verdadera entrega y desprendimiento,
sin esperar recibir todo de ellos.

Que nos ayude a ser generosos, para compartir todo
lo que Él nos ha dado, como nuestros talentos y virtudes.

Que nos de fortaleza para no apegarnos a las cosas materiales...
a nada ni a nadie, porque:

Todo lo que tenemos en esta vida, es prestado por Dios,
porque al final nada nos llevaremos, sólo las obras buenas
y la alegría de haber vivido una vida llena de Dios.
Eso es lo único que podemos llevarnos de este mundo.

No perdamos más tiempo con todo lo material
con lo que este mundo de competición, intenta
desviar nuestra mirada de lo realmente trascendente:
¡Miremos hacia arriba, Dios nos busca, Dios nos espera...!