La llave para toda felicidad verdadera
y perdurable, es amar a Dios con todo
tu corazón, con toda tu alma y toda
tu mente y al prójimo como a ti mismo.
Cuando esto llega a ser lo primero y principal,
la vida se vuelve rica y maravillosa.
Realmente puedes decir que tal vida
es digna de ser vivida.
Ve lo bueno en todas las cosas y toda la gente,
aun cuando sea la más pequeña chispa.
Esta se puede avivar hasta que se vuelva
una poderosa llama y todo lo que es
discordante y desarmonioso desaparezca
en esa llama y se consuma hasta que sólo
quede el oro más puro.
Cada alma busca la felicidad,
pero frecuentemente por el camino
erróneo y en los lugares equivocados
y se pregunta por qué no la encuentra...
Busca y encuentra a Dios primero;
ésa es la simple respuesta.
Pon primero lo que es primero,
no importa cuál sea el costo o el sacrificio.
Ningún sacrificio es demasiado grande
para alcanzar esa meta.
Ponte la armadura completa de amor.
Permanece firme e inmutable en el amor de Dios.
No permitas que nada te perturbe o aflija.
La vida es lo que haces de ella.
El amor de Dios es ilimitado y nada lo detiene,
excepto nosotros mismos que tenemos
la libertad de elegir si lo aceptamos o no.
El alma es como un estanque tranquilo
y claro y lo que se refleja dentro
de ese estanque es perfecto.
Cuando tu vida está en desorden
y el espejo de tu alma está áspero,
fracasas en ver lo que se refleja
con pureza en tu interior.
Cuando te serenes, mira dentro de ti,
y allí encontrarás a Dios, así de simple.
Encuéntralo y conócelo.
Dios está contigo, entonces,
¿quién puede estar en contra de ti?
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