Tengo en mis manos dos cajas
que Dios me ha dado para que sostenga.
Él me dijo:
"Pon todas tus penas en la negra,
y todas tus alegrías en la dorada".
Yo escuche sus palabras,
y en ambas cajas mis alegrías y tristezas guardé.
Pero la dorada se fue poniendo más pesada
y la negra estaba tan liviana como antes.
Con curiosidad abrí la caja negra
para saber porqué seguía tan liviana,
y encontré, en el fondo de la caja,
un hueco por el cual habían caído
todas mis tristezas.
Mostré a Dios el hueco
y reflexione en voz alta:
"Me pregunto dónde habrán ido mis penas...".
Él me sonrió y me dijo:
"Hijo mío, todas tus penas están conmigo".
Le pregunte:
"Señor, porqué me has dado las cajas,
porqué la dorada y la negra con un hueco".
"Hijo mío, la dorada es para que cuentes
tus bendiciones, la negra es
para que olvides todas tus penas".
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