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sábado, 26 de diciembre de 2015

Navidad, fiesta de la esperanza - Padre Mariano de Blas, L.C.



Los que más disfrutan de la Navidad son los niños
y los que tienen un alma de niño.

Hay que ser como niño para poder llevar
ante el pequeño Jesús todos los pecados,
preocupaciones, tristezas, todos los desalientos,
as caídas y desesperanzas y para no tener
pena de acercarse a ese Redentor.
Un enfermo no tiene miedo de ir al médico
puesto que sabe que lo va a intentar curar.
El que sufre una enfermedad del alma va en busca
de Cristo Redentor, ¿quién tiene miedo de ese
Salvador que tiene cara de niño?

Y se necesita ser niño para decirle:
“Te necesito. Vengo cansado de ir
por tantos caminos de la vida.
No he encontrado la verdadera paz lejos de Ti.
Por eso, me pongo en fila donde está Zaqueo
y María Magdalena, el buen ladrón y tantos otros
pecadores que van con la mano abierta para pedir
esa felicidad y esa paz que no han encontrado”.
Y pedir con fe, para saber que se va recibir esa gracia.

Ser como niño para pedir con la fuerza
de la necesidad cuando de veras se siente.
Un pobre que pide limosna no necesita inventar
un discurso para decir que tiene hambre.
Nosotros no necesitamos inventarlo para decirle a Dios 
que tenemos hambre y sed de una verdadera felicidad.

Se necesita ser niño para estar seguros
que ese Redentor puede curar todos nuestros males.
Puede convertir mi tristeza en alegría porque
es todopoderoso; mi enfermedad en salud,
mi desesperanza en confianza, mis tinieblas en luz.

Cristo ha sido para millones de seres humanos,
el camino, la verdad y la vida. También puede ser
eso mismo para mí, para ti en esta Navidad.

Para todos los pecados, infidelidades y debilidades,
hay perdón. Para todas las dudas, problemas,
dificultades, los “no puedo”, hay respuesta y ayuda.
Para todas las ilusiones muertas hay probabilidades
de una resurrección.

Para ti, para mí, hay solución. Tú tienes solución,
si te acercas a ese Niño con fe y le dices
con los labios, con el corazón y la mente:
“¡Señor, si quieres, puedes curarme!”

Brindo por ese Dios que no nos trae propaganda,
palabras o promesas vacías, por ese Redentor
que sabe la grave enfermedad del hombre
y que se arriesga a venir, que se contagia
de la enfermedad y así nos cura.

Brindo también por ese Dios que sigue esperando
que el hombre le vuelva a decir en esta Navidad:
“te sigo amando.” Ese Dios, ese Redentor,
ese Niño de Belén es tuyo.

Si alguna vez de niño, joven o de adulto viviste
una Navidad auténticamente feliz, en paz con Dios,
contigo mismo y con los demás, esta Navidad
puede ser igual, puede incluso ser mejor todavía.

Deseo a cada uno, una verdadera Navidad ,que es
aquella en la que Dios es aceptado dentro de casa.

Dios es un niño que ríe contigo.
Dios es un niño que llora, que llora por ti.
Dios es un niño que ama,
que te ama con corazón de niño
y con la fuerza de un Dios.

Padre Mariano de Blas, L.C.