No importa tu edad,
lo que cuenta es tu espíritu joven.
La juventud no es cuestión
de tener poca edad,
sino de una posición mental
y de vitalidad de espíritu.
No envejeces por vivir mucho tiempo,
sino por negarte a mirar la vida
como una verdadera oportunidad
de alcanzar un alto ideal.
Tú eres tan joven como tu FE,
tan joven como tu esperanza
y tan joven como tu alegría.
Llena de vida tu tiempo vivido,
y no te importe cuánto has vivido.
Lleva como un viático, por la vida,
tu decisión de contribuir
a la humanización propia y ajena,
para rejuvenecer al mundo.
Y sobre todo, ábrele los brazos
del amor de Dios, a todo aquel
que quiera acercarse a ti.
No lo menosprecies
porque no esté a tu altura.
No cierres tus oídos espirituales,
porque tú nunca sabes
en qué pequeñez Dios quiera hablarte.
Se joven para Dios y para el mundo.