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domingo, 14 de febrero de 2016

El camino de la Cuaresma- P. Javier Leoz



1. Las piedras del camino de la cuaresma son las fragilidades
de nosotros. Son los obstáculos que nos impiden vivir totalmente
en Dios y, por añadidura, los que proporcionan sufrimiento a los demás.
El sacramento de la penitencia ayuda a romper con aquellas cargas
insoportables que, Dios, perdona y olvida. Lo que no favorece
a las piedras de la cuaresma es el egoísmo y la soberbia.

2. La arena del camino de la cuaresma es la oración. En nuestro
trayecto hacia la Pascua no vamos solos. Jesús nos escucha y,
además, nos habla. Para ser interlocutor de Dios y, para que Él sea
el nuestro, hace falta que creamos en Él, que esperemos en Él,
que lo sintamos junto a nosotros.  El competidor de la arena
cuaresmal es el olvido de Dios.

3. La pendiente del camino la cuaresma es la penitencia. Nos ayuda
a despojarnos de lo que nos paraliza y nos desestabiliza espiritualmente.
Todo atleta, para llegar a la meta, abraza el esfuerzo como remedio
para sus ideales. Nuestro deseo de llegar a la cumbre de la Pascua
la expresamos visiblemente (no para que nos vean) por la penitencia.
El contrincante de esta subida hacia la Pascua es la pereza, la comodidad.

4. El agua del camino de la cuaresma es la Palabra de Dios. Jesús
tiene Palabras que son agua viva y que se convierten en alimento
que sacia toda sed, en respuesta a todos nuestros interrogantes.
El peor enemigo del agua viva de Jesús son otros sucedáneos que,
desde el borde del camino, nos ofrece la sociedad del consumo.

5. El silencio del camino de la cuaresma es el encuentro personal
con Cristo. Para conocer a un amigo es necesario escucharlo,
pasar horas con él, interesarnos por su vida. La cuaresma nos ofrece
un singular regalo: el silencio como camino hacia la reflexión y como
senda para llegar hasta Jesús. El adversario del silencio es la distracción.

6. El cayado del camino de la cuaresma es la Iglesia. En ella
nos apoyamos y nos sentimos hijos  de Dios y hermanos
en la misma fe. En ella celebramos el Misterio Pascual y, en ella,
nos sentimos miembros de un gran cuerpo que es el de Jesucristo.
Un gran enemigo del cayado de la cuaresma es el laicismo puro y duro.

7. La ayuda en el camino de la cuaresma es la caridad.
Sin caridad, la vida cristiana, queda coja y no adquiere el brillo
deseado en un cristiano. El mandamiento del amor es un canto
que aprende y repite constantemente el peregrino que se encamina
hacia la Pascua. El adversario de la caridad es la avaricia personal.

8. El final del camino de la cuaresma es la Pascua. Por ella
nos aventuramos a recorrer y vivir estos 40 días de oración, ayuno
y penitencia. Morir y resucitar con Cristo es lo que vemos
al final del repecho cuaresmal. Aguardándonos la vida no nos importa
ser disciplinados por el camino, desprendidos en el camino y orantes
en el camino. Jesús nos aguarda y, si podemos llegar ligeros de equipaje,
estaremos más aptos para ayudarle a llevar la cruz. El enemigo
de la Pascua es la muerte, el pensar que ella tiene la última palabra

9. Los abismos del camino cuaresmal son las tentaciones.
La comodidad, el conformismo y la pereza ante el cambio causan
graves problemas de obesidad y de movimiento que nos impiden
avanzar con prontitud. Para vencer a la tentación es necesario poner
a Dios como único Rey y Señor. El enemigo de la tentación: la fortaleza

10. El motor del camino cuaresmal es el corazón. Un corazón
encerrado en la admiración y cuidado del propio yo es un corazón incapaz
de amar. Tenemos que recordar constantemente que el amor es la identidad
de los que son discípulos del Señor Jesús. El amor nos lleva a compartir
con los otros la carrera de la vida y es ayuda a los rezagados,
que han perdido el aliento o que se han accidentado. El enemigo
del corazón es la falta de sentimientos.

P. Javier Leoz